jueves, octubre 15, 2009









bárbol








Al ver el reflejo del Perú en las calles bajo este clima polar impreciso –especialmente bueno para mí–, se me ocurre que la ciudad ha perdido el juicio. La equis del horizonte es en realidad una camisa de fuerza ceñida a la cruz del horizonte. Truxillo alunado se regodea feliz en sus propias heces. Un cristiano repite concha-tu-madre ochenta veces en un equis trayecto de la ciudad a cualquier punto. Su voz se escucha más alta que la canción de los Hermanos Yaipén. Un choricito amigo del cobrador, debió haber tenido la última estrofa. Carajo. Me sorprende la audacia, el arrojo, pero no la conchudez. Genios del Perú, uníos en la mierda. El interlocutor, al otro lado del auricular, corta la línea. En simultáneo, cinco pastrulos comparten el mismo pucho. Se escucha lejos un berreo tronador. Hace mucho tiempo no se daba una primavera así en la Tierra de Vallejo.