Una bestia brutal y eficiente errará lasciva bajo la luz de las estrellas. La puedo ver perdida, deslizándose en el laberinto de su deseo inconsciente, humana, dejando tras de sí un sendero de pétalos rojos, un camino de recuerdos e imágenes abierto entre sus carnes. Será la verdad abriéndose paso, tratando de cifrar, inútilmente, un dibujo en el alma.
"... las luces del malecón se están encendiendo, es hora del volver a casa. antes, sólo quiero detenerme un momento junto a este triste farol de amarillenta aureola, y sentir las últimas gotas de agua sobre mi cuerpo entero, este aroma a tierra fecunda y esta sensación. no puedo evitar el sonreír con los brazos abiertos a esta luna, hermosa. el agua se mezcla con la humedad de mis ojos, y conforme cesa esta lluvia, me invade la calma, aliviando este vacío que ahueca mi pecho. ya no hay nubes en el cielo, ni otras formas de aire silente, pues tomaron la forma de charco sobre el pavimento. no hay nadie alrededor, sólo esta alameda de faroles encendidos y una vieja avenida de árboles desnudos, y hojas secas regadas por doquier, yaciendo como insectos sobre una telaraña de sombras. ya está amaneciendo, y no tardará en salir el sol, lo sé. los telones del firmamento anuncian el fin de la escena, es hora de volver".
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(*) Fragmento de texto publicado en el año 2001 en la revista literaria "Las sumas voces", dirigida por el poeta Alberto Alarcón. El texto publicado data originalmente del año 1994.
