s.i.n.e.d.i.t.a.rSubimos el cerro Ochiptur por dos razones: sintonizar la energía sutil que une la tierra con el cielo y poner a prueba nuestras condiciones físicas. No iba a ser fácil, eso lo tuvimos claro desde el principio: la temperatura sobrepasaba los 30º centígrados y probablemente encontraríamos algún inconveniente con los criminales que se refugian en las cavernas y meollos de los gigantes de piedra que rodean la ciudad.
Las puertas del corazón están en las cimas de los montes, eso lo sabemos desde hace mucho tiempo. Son puntos energéticos dispersos en el cuerpo planetario por donde se puede respirar aire puro, pero además restablecer -o recordar o representar- nuestro vínculo con el cielo. Si llegaran a contaminarse por cargas energéticas negativas, nuestra responsabilidad sería cicatrizarlas, cerrarlas. Por eso fuimos alertas, sin temor, dispuestos a todo.
Ochiptur y Campana poseen gran cantidad de historias y misterios. Imagino a los hombres de cromagnon divisando desde la cima de los cerros que rodean las ciudades por el este a las primeras embarcaciones que colonizaron este territorio.
En las visiones producto de la ingestión de sicotrópicos, la mente rebobina el espacio y te muestra algunas imágenes del pasado, presente y futuro. Los homínidos que habitaron esta región pueden aparecerse bajo diferentes apariencias, algunas muy similares a la del indígena del antiguo territorio de Norteamérica.

Ese día, las nubes formaban un sinnúmero de imágenes alucinantes. Digo alucinantes porque, si les atribuyes significado, aparecen estructuras lingüísticas en determinado orden.

Las rocas forman rostros distintos conforme el sol se desplaza de este a oeste.
El calor en verdad era infernal. Para afrontarlo y dejar que pase inadvertido, es necesario ser otro sol.

Así comenzamos el ascenso, tomamos energía y meditamos antes de entrar a la zona.

Pueden observarse puntos blancos, son caracoles de tierra. Viven en las piedras y se alimentan de la inmensa variedad de musgos y hongos que habitan en la montaña. Son nocturnos, no resisten los rayos ultravioleta. A veces se les puede ver diseminados en planicies de arena o en la estructura de las dunas, de la misma manera que las estrellas en el ópalo de la noche.

Hay señales y círculos de poder (rocas colocadas en círculo). No sabemos a ciencia cierta qué tiempo de antiguedad tendrán. Algunas rocas tienen formas caprichosas, como si algún genio artístico fantasmagórico les diera vida... algunas apuntan hacia el mismo lugar.

En la foto, lo que podría ser un mirador. Desde este punto se puede ver todo lo que pasa en el mar. Imaginemos un nativo tocando una especie de corno (una caracola) al divisar algún objeto marítimo no identificado llegando a la orilla.

'Al fin llegamos...'

'¡Soy el ofertorio y también la celebración!'

César Vallejo dijo alguna vez que hasta las piedras serán hombres.
'Cuéntame tu historia'.
'Cuéntamela toda, necesito un poco de ti'.
Sentado sobre lo que fue y será el lecho marino.
'Como es arriba es abajo'.

Es hora de volver.

Desplegar las alas.