domingo, febrero 24, 2008

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Some words for the wind


'El sueño de la razón produce monstruos'
Goya
'El poeta es un pajero'
Jaimito


Jesús nos enseñó a ser prudentes y a estar siempre alertas. Como niños y sierpes. Como son nuestros sueños y nuestras propias creaciones: fruto del matrimonio místico entre el corazón y la mente, sin límites entre los intérpretes y lo que llamamos ‘poiesis’, esa energía orgónica arcaica que atraviesa los confines intestinos del universo y que contiene toda la información del pasado presente y futuro de nuestra estirpe.

Jesús desescribió la historia.

Una de las potestades divinas, un híbrido mezcla de saurio y homínido, regresa cada cierto tiempo a la memoria del hombre para representar un proceso, el final de un ciclo o una transformación. Es errante cosmogónico, menos que un cosmocrátor, el arquetipo del idealismo platónico, un átomo simiente sin nombre, originado por una voluntad de otro tiempo y otro espacio para cualificar el sueño de la galaxia.

Adán no fue inocente, pero sí como un niño ávido por aprender a ser parte de la configuración del cielo’, pensó Santo Tomás mirando a las estrellas, conciente de la transfiguración del Adán primordial en el sonido del torrente de las aguas del río, en el viaje de las hojas a la tierra, en el tiempo transcurrido antes de que alguien pudiese pensar en decir o terminar de leer la palabra homunculus.

Imaginemos que la historia no existe: el tiempo sería un objeto de culto sin utilidad práctica. La humanidad meditaría cada palabra que diría, hasta algún día desaparecer en la palabra de otro. Y el silencio, la música.

Si las sensaciones e ideas del hombre corporizaran en cuerpos físicos, tendrían apariencia de las criaturas de los frescos de Doré, Bosco, Brueghel y Blake: gnómicos, underground; pensarían y determinarían su tiempo como las criaturas de Esopo y de Dante. El hombre giraría la manivela de la máquina solar, circunspecto. Y el espacio circunstante, se proyectaría hacia el infinito como la pesadilla arquitectónica de Tim Burton.

El recuerdo del hombre: el tránsito desde los frescos del autor anónimo en las arcadas de las cavernas de Altamira y Lascaux hasta los de Miguel Ángel en la bóveda de la Capilla Sixtina.


2 Comentarios:

Blogger Unknown dijo...

me acorde de un verso de prevert que dice algo asi : cuando niña daba hierba a los conejos y conejos a las cobras

un abrazo enorme
todo el cariño
la poesia
y sobre ella la vida

.h.h

2:20 p. m.  
Blogger CÉSAR CASTILLO GARCÍA dijo...

exacto, quizá por eso los jóvenes podrían pasar jornadas maratónicas junto a sus poetas

9:43 a. m.  

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