miércoles, setiembre 08, 2010










hermana afrodita*









un aura incendiada se desplaza lentamente a lo largo del corredor, en cuyo fondo un portón de madera labrada deja entrever la sombra del anochecer en el jardín
una mujer anciana pone sobre la mesa un candelabro dorado
la llama de la vela proyecta su sombra sobre casi toda la recámara
un niño le dice abuela, no tenemos más luz
ella responde a donde vamos no la necesitaremos
el niño es ahora un joven y observa un claro de agua en el firmamento
el viento arrulla los campos de trigo y las copas de los alces
la música del instante es una conjunción de pétalos y alas de mariposas acomodándose antes de recibir la noche en la ventana
el aire huele a vid, jazmín, pinares y almendros en flor, es una gran fiesta
las paredes blancas recién pintadas de la rústica casona provinciana reflejan la luz de la luna y las estrellas
por eso puedo ver bien el escenario
de adobe, madera y caña
ángeles con trajes lilas amoratados le cuentan chistes sobre metafóricas estrellas fugaces
ratones dientes de sable maúllan a la cárdena luna que luce un lunar en plena sonrisa
platillos voladores llenos de frutas exóticas con sabor a predadores brutales son el primer ofertorio
el firmamento y el vestido de la abuela eran un punto lejano en ningún lugar del horizonte
el joven que ahora es un anciano asume su voz para comenzar el ritual
los cuatro puntos cardinales son tres
norte y sur,
dice de pronto, despierta y respira...




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(*) Trujillo, 1988. Texto transcrito originalmente escrito a mano.






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