jueves, marzo 25, 2010












eros & logos in vallejo city*









I










Un cernícalo muere en mi mano
las líneas imaginarias dejan de serlo
cerramos los ojos al mismo tiempo
y entre él y yo más o menos aire
que es la única diferencia
entre mi mano y el cernícalo























La muerte no existe
es sólo un color invisible
para pintarse el cuerpo por dentro
los ojos y la boca
como una fiesta que nunca empezó
y a la cual están todos invitados























No murió el cernícalo
el sol se fue
el sol regresará
el cernícalo no.























II











No me despreciaste a mí
despreciaste a un poema
la literatura es venganza
este poema es una venganza;
sabes de lo que hablo
aunque no hayamos hecho nada
más que masturbarnos con los ojos.























No eres el primero
tampoco serás el último
eres uno más que despreció un poema
creyendo que era yo.























III










Nunca comas pato
antes de ir al zoológico
te lo dice alguien con sangre fría
lengua bífida y cola.























Muertos o vivos los animales
no dejan de hablar sobre el silencio
que los humanos exhalamos
al contemplar al sol sobre sus cabezas.






















De noche todo es aroma
tanto la muerte como las estrellas
los duendes jugando en el bosque
o las calaveras de lobos marinos.























Comer es retornar a una avería
de Dios, comerme una vida
es celebrar una muerte,
ya sea la de un pato,
la de un niño en África
o la del Hijo de Dios.























Aún así, todo zoológico
es el primer apunte
para las comidas del futuro.








_______________________________________








(*) Poemas de Héctor Hernández Montecinos, concebidos entre el 23 y 24 de febrero en Ciudad Vallejo (llamada antiguamente ciudad de Truxillo del Perú). Los escribió en el minizoológico del poeta David Novoa, un espacio de protección para animales no domésticos, donde cada detalle es una sutileza del Jardinero. A pesar de la brevedad de la visita, nos dimos tiempo para conversar ampliamente con el poeta Alberto Alarcón (fue el desayuno más importante del Perú ese día), ir a la playa, tomar unas cervezas y dar un recital en la noche en la Alianza Francesa. No comimos pato. Que Héctor cuente la historia.













0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal