miércoles, setiembre 24, 2008






sobre La Erótica




Después de algunas semanas padeciendo no-sé-qué, por fin me siento completamente restablecido. Armado sólo por mi fuerza de voluntad, vencí a las extrañas entidades arcaicas de otros mundos o sistemas que usurparon mi castillo sin mediar advertencia, devastando todo a su paso. En cualquier momento, pienso, podemos ser objeto del apetito de esas voraces entidades que buscan en todo momento continuarse en nuestra fisonomía. Hay una lógica en ello. La gente que se pudre en plata, por ejemplo, atrae el apetito de la gente que se pudre en miseria. De algún extraño modo, lo infinitamente pequeño se refleja en lo infinitamente grande. Y como la vida es un drama permanente por un punto de equilibrio, al no encontrarlo hace llegar –igual- un recibo por el esfuerzo y el consumo de energía realizados. No es bueno, por eso, ser purista, elitista o sentirse con poder todo el tiempo. Debemos dudar de esas sensibilidades, preverlas. Bien podrían ser síntomas de una infección alienígena peligrosa aproximándose sigilosamente. La única ley que nos impone la vida, creo, es la de vivir a plenitud, sin discriminar nada cuanto podamos percibir, asimilar o concebir. Procurar simetría incluso en lo más mínimo. En términos generales, en esto consistiría la salud: el desarrollo de un individuo constituye el desarrollo de su propia especie, del mismo modo, el progreso de una especie se funda e incorpora en la trayectoria de un solo individuo.






Hoy inicié La Erótica, un poemario afín al concepto de campo morfogenético (1), donde los actores podrán sentirse, asimilarse y concebirse en su mejor estado de oxidación continua: el Eros, en un contexto perfectible, que no será otro más que el espacio-tiempo circunstante, cualificado, al sintonizarse con el gong perseguido del discurso. No sé cuánto tiempo me costará terminarlo, por ahora sólo tengo claras sus directrices. Ojo: una Erótica no será necesariamente una evocación genital. He sexado el primer poema, sí, pero no tocándome el sexo ni los glúteos. Cuando se hace el amor, pienso, no se está tomando nota ni viceversa. Ambos espacios, por obvias razones, no podrían concebirse simultáneamente. Pero sería interesante tener referencia de alguien que haya realizado una maroma así: redactar y sexar al mismo tiempo. En la ola del discurso, empero, todos los seres o cristales de la consciencia participarán del Eros, esa fuerza de cohesión de nivel cuántico que se expresa en la fuerza de gravitación universal. Me explico: cuando miro a mi perro, se me ocurre que nuestra especie en algún momento ha sido contemplada del mismo modo por una entidad sapiente más evolucionada. Posiblemente aún somos su perro, posiblemente no. Posiblemente huyó hace mucho, horrorizada, dejándonos solos en nuestro ahora propia trayectoria hiperespacial. Y es que tengo la sensación, después de haber tenido la experiencia de criar perros y tratarlos como el reflejo de mi propia identidad, que entre todas las especies son ellos, los cánidos, nuestros más cercanos parientes. Sobre esto –la condición prehumana de algunas especies–, encontré referencia en obras que van desde los libros sagrados del Mundo Antiguo, pasando por los bestiarios de los sofistas escolásticos, hasta los complejos mediáticos multidisciplinarios del ingenio vanguardista (2). No obstante, es en la Erótica de César Vallejo donde los Referentes, en número finito, se reúnen, conformando un Corpus o Summa donde la identidad humana no sólo es un Estado exclusivo del hombre, sino más bien un fin que persiguen todas las demás especies de los reinos naturales. Hasta las piedras, en su poética, están en el Camino que transita el hombre (3). En esta dimensión, el discurso antropocéntrico del cristianismo desaparece de los cánones epistemológicos de la humanidad, y en consecuencia la criminal idea de que los reinos naturales son posesión o herencia exclusiva de una sola especie. Según esta lógica, las Fábulas de Esopo, Las florecillas de San Francisco, El origen de las especies, entre otras fascinantes anomalías del Discurso (4), comunican en conjunto, en una frecuencia modulada en-off, algo más que simetría y belleza… quizá la necesidad histórica y circunstante de restitución y no transgresión de nuestro vehículo astral.
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(1) Léase también el concepto de Registros Akashicos de la Tradición de Oriente. http://es.wikipedia.org/wiki/Akasha_(hinduismo); http://www.redcientifica.com/doc/doc200304040001.html; http://www.redcientifica.com/doc/doc200208140300.html
(2) Algunos textos como El Código de Manu, el Libro de los Muertos, La Divina Comedia, las Fábulas de Esopo, La Iliada o las Argonáuticas, están circunscritos en el contexto de la historia de las tradiciones del Mundo Antiguo. Algunos mundos gnómicos creaciones de genios decimonónicos como los hermanos Grimm o Lewis Carroll, incluso más recientes como los de Walt Disney y Tim Burton, están circunscritos en el contexto de las tradiciones del Mundo Moderno. Del mismo modo, algunas obras de Doré, Durero, Bosco, Brueghel y Beksinsky también pertenecen a este universo arcaico que el autor prefiere llamar teratológico, en función a la relación de simetría implícita entre los paradigmas sociales en tránsito y la aparición de este tipo de cristales del pensamiento. Originalmente la Teratología fue una categoría de la medicina escolástica.
(3) Recuérdese el ‘Incidente Intihuatana’. Un grupo de publicistas idiotizados filmaban un comercial para la Backus; en una mala maniobra golpearon el Intihuatana, produciendo una falla estructural, condenando a la extinción a uno de los ingenios más grandes del pensamiento incásico. Después de eso nadie dijo ‘Esta boca es mía’. Todo está bien, estamos creciendo, ¿no? Comprendo plenamente al ministro Giampietri cuando se opone contra la potestad terrateniente de la casta empresarial o comerciante de nuestro tiempo. Estamos en una circunstancia global que no nos permite abusar de nuestros recursos. Si la casta política y civil asumen su castigo cuando infringen la ley, ¿por qué no las grandes empresas?
(4) El Tratado sobre alquimia de Tomás de Aquino, el Tractactus logico-philosohicus de Wittgestein, ídem. Es preciso anotar finalmente que algunas expresiones de la teratología son además reminiscencias o recapitulaciones de principios, anhelos y concepciones que ascendieron al nivel de los arquetipos en el crisol del tiempo. ‘El sueño de la razón produce monstruos’, apuntó Francisco de Goya en su tiempo.

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