martes, diciembre 25, 2007



pride and joy





No concebimos un Stevie Ray sin guitarra, ni música sin un Stevie Ray incorporándose a su instrumento para sólo ser un transeúnte del blues. No necesitó quemar su guitarra para representar un símbolo, sino sólo digitar el mástil hasta descifrar la clave de acceso a las esferas superiores. Y librarse, por fin, del mito. Conservar la misma guitarra hasta el último, además, tiene más valor que todos los conciertos de dos jimmy hendrix vivos. La metáfora del héroe moderno, quiero decir, nos enseña cómo al llegar tan alto nos hacemos más concientes de nuestro ser, del tiempo y del espacio. Cuando aprendía a tocar la guitarra me estimuló observar la pasión con que Stevie se deslizaba como por el tallo de una rosa hacia el final de la performance, sin hacerse ningún razguño a pesar de lo duro que es el blues. De algún modo, pienso, los instrumentos musicales son vehículos de nuestros cuerpos sutiles, maravillas del intelecto, que nos conectan con nuestro ego más evolucionado. Un objeto tan simple, la guitarra, fabricado a partir de principios físicos tan básicos, como distorsionar la energía eléctrica alterna, no ha sido la excepción a pesar de que se le ha satanizado en su origen. Orfeo en su tiempo quiso restaurar el alma de su patria, una tierra arquetípica, sólo con el poder mágico de su lira. La escuela matemática de Pitágoras no concebía una mente científica sin expresión artística. Herman Hesse, en 'El juego de los abalorios', nos transporta a un tiempo donde la ciencia se sintetiza en momentos relativamente breves de expresión musical. Actualmente se sabe que la música, la poesía y las artes plásticas no son sólo instrumentos, o fútiles artificios o mecanismos de defensa, sino vehículos de progreso evolutivo.


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