sábado, julio 28, 2007





books written for girls
o la fábula de los himnos a la noche




UNO




En el Principio, los maestros de la Verdad cristalizaron sus experiencias en las páginas de un arcano, testimonio del pacto entre los primeros hombres con una Entidad Arcaica. Su contenido era una ciencia para aquellos: revelaba el pasado, presente y futuro de la estirpe. Obedecer sus decretos, interpretar sus símbolos y consagrarse a la contemplación de su misterio, se gratificaba con iluminación.

Aquellas vitelas sólo podían ser interpretadas por un elegido iniciado en su lectura y confección.

Quien leía era arrebatado por su profundo significado: sonidos como navíos fantasmales, desperdigados en el vasto y nebuloso océano sideral. El lector experimentaba la desintegración sistemática de su ego conforme remontaba sus páginas.

Sus principales herederos y exegetas revelaron al mundo los propósitos de la especie. Advirtieron simetría entre el cielo y los océanos humanos. Descubrieron las razones del misterioso comportamiento de los cuerpos físicos. Advirtieron la mecánica del movimiento, las primeras causas y sus fines, el destino de la familia humana.

La unidad atravesaba el todo y la correspondencia entre inteligencia y naturaleza era perfecta. Cielo y tierra, padre y madre, hombre y bestia eran una sola floración de la vida.

Al terminar la lectura, comprendían lo ineluctable: los límites de la esfera humana. Designaron por ello el cuidado de la Obra a una sola casta y se les concedió soberanía sobre sus destinos. Comenzaron, lacrados por el fuego de la gnosis, el viaje hacia la Fuente de la Vida.

Heredaron las estrellas, los montes, la velocidad, todo, pero no su propia voluntad. Olvidaron, poco a poco, la dimensión del espíritu, el poder del amor.

Era preciso mantener el orden cósmico de modo natural, pero también participar en ese orden, acercarse lo mejor posible al objeto de estudio, encadenarse voluntariamente a la sensación de ser carne.

Así, comprendieron el placer de sentir, de vibrar; advirtieron en sí mismos una verdad que ignoraban, que se les negaba. Era cierto que sus cuerpos eran ilimitados y sensibles con un poder extraordinario, pero también que estaban sujetos a las transformaciones del fuego.

Sentirse animó en ellos el deseo de realización. Entendieron que la suma de las voluntades definiría las fronteras del dominio humano… y así lo hicieron, dotándose de un atributo superior al de los dioses.

Inició una guerra que terminó por arrojar a unos rezagados espíritus lucíferos del Sistema. Una lóbrega noche, se cuenta, dedicaron su sangre sobre un altar erigido en honor al orden instaurado por el Primer Redactor en una remota partícula de la Gran Roca.

1 Comentarios:

Blogger Quédate un tantito aquí conmigo dijo...

Véase; al príncipe con limpia frescura contagiosa saboreando en torrente secreto quieto, el alimento caprichoso de su ser.
Honor para quien honor merece.
Magnífico blog denso de misterio, reciba mi admiración y un tierno saludo una vez más, querido Profesor.

1:56 a. m.  

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