lunes, octubre 09, 2006

La fábula de mis escrituras
o tributo a la obra de Novalis

I

En un tiempo ahora memorial, los maestros de la Verdad cristalizaron sus experiencias en las páginas de un gran arcano, testimonio del pacto entre una entidad arcaica y sus potestades. Su contenido era una ciencia para los hombres. Obedecer sus leyes, interpretar sus símbolos y consagrarse a la contemplación de sus misterios era premiado con la santificación. Aquellas vitelas, fabricadas con cuero de animal y redactadas con sangre de cordero, podían ser interpretadas únicamente por un elegido - iniciado en su lectura y confección - y su progenie.

Quien leía era arrebatado por lo insondable y maravilloso de su contenido: sonidos como navíos fantasmales, desperdigados, en un eterno y nebuloso océano sideral. Revelaban el pasado, presente y futuro de nuestra estirpe. El principio universal había sido fosilizado en sus códigos; el lector experimentaba la desintegración sistemática del ego conforme remontaba su complejidad.

Sus principales herederos y exegetas, desde la cima de la sabiduría, revelaron al mundo los propósitos de la especie. Advirtieron simetría entre el cielo y los océanos humanos. Descubrieron las razones del misterioso comportamiento físico. Penetraron sus principios, descendieron a sus fundamentos; advirtieron la mecánica del movimiento, las primeras causas y los fines. El origen de la familia humana nunca antes se mostró tan cristalino, tan diáfano.

Aquel, era tiempo de los primogénitos: la unidad atravesaba el todo y la correspondencia entre inteligencia y naturaleza era perfecta. Hombre y mujer eran un mismo lenguaje, una sola floración de la vida. Concibieron formas, las nombraron y así definieron los límites de su esfera. Los elementos aire, tierra, fuego y agua eran todo el alimento necesario. Nada había más allá, Non plus ultra, sólo el acierto de saberse nacidos en la cima de la luz.

Al finalizar su contemplación, comprendieron lo ineluctable: debían iniciar una empresa: peregrinar los círculos abisales e integrarse al Amenti.

Antes de desaparecer en el desierto, designaron el cuidado de la Obra a la casta; los hicieron responsables de su destino y les concedieron soberanía sobre su patria. Desearon, lacrados por el fuego de su gnosis, que el orden cósmico se perpetúe original, como era en el Principio. Con este propósito, heredaron a los hombres las estrellas, los montes, la velocidad, todo, pero no la voluntad. Olvidaron la diferencia entre querer y poder, y obviamente, el poder de sus corazones.

Era preciso conocer otras fronteras, participar de las leyes que gobiernan el reino de sus hermanos, los Menores. Llegaron a la conclusión de que era necesario experimentar, acercarse lo mejor posible al objeto de sus observaciones, y pecaron, encadenándose voluntariamente y por tiempo indefinido a la sensación de ser carne, polvo vibrante diseminándose lenta e irreversiblemente en el elan infinito de la existencia.
Experimentaron el placer de sentir, de vibrar; advirtieron en sí mismos la sublime verdad que se les velaba… Fueron conscientes de sus transformaciones; no obstante, la angustia de saberse sometidos al ciclo de la vida y de la muerte los desolaba. Era cierto que sus cuerpos eran limitados y sensibles con un poder extraordinario. Incluso habían entendido que, librando la suma de sus voluntades, definirían las fronteras de su dominio… para ellos, el Cielo no sería límite arriba ni abajo. Pero el ser, el sentirse, despertó en ellos no sólo el poder de realización dotándolos de un atributo superior al de los dioses, sino también sus propias limitaciones. Se tornó inconmensurable, como cuenta la leyenda, en el Edén.
A pesar de todo, fue su fortaleza, y por ende, la razón de una lucha que terminó por arrojar a los rezagados espíritus lucíferos del Sistema.
Una lóbrega noche, ofrecieron su sangre al orden establecido por el Redactor en una remota partícula de la Gran Roca.
II

Los lémures sobrevivientes establecieron el primer Alfabeto y también los propósitos de la Especie. Precedieron así la construcción de la Historia. Entregaron los códigos al Adán arquetípico pero no a sus Regentes, pues no era relevante para ellos como es hoy para nosotros.
El sistema comunicativo, diferente hasta ese entonces, un alfabeto no verbal, fue sustituido por la expresión verbal. El descubrimiento de una forma de registro permitió programar la concepción de espacio y tiempo entre las circunstantes criaturas del Génesis, de la que se desprendió, tiempo después, la idea de las revoluciones. Desearon poder como nunca antes, y, para gobernar, entendieron era necesario restaurar el vínculo con la divinidad. Los sagrados instrumentos de control fueron, en primera instancia, aquellas Escrituras.
Al poco tiempo, tristemente, el fulgor de sus rostros decayó con la lenta e irreversible desintegración de sus cuerpos. Nada hecho por ellos pudo revertir ese proceso: debieron aceptar la disolución de su pacto con Dios y sustituirlo por una Alianza nueva y eterna.
"El hombre volverá a ser inmortal. Su cuerpo será la ofrenda y también la celebración”, les anunció la sombra de un arcano olvidado, casi extinguido, marchito.
(Continuará)

2 Comentarios:

Blogger Oscar Pita Grandi dijo...

Supongo que ya estás al tanto del Festival de Poesía en Cajamarca.
Un abrazo.

7:22 p. m.  
Blogger CÉSAR CASTILLO GARCÍA dijo...

Claro, estoy invitado, hoy me toca recitar, a las 5.00 p.m. Ayer estuve con David Novoa y Franco Castañeda, seguro ya llegó Roger Neyra y alguien más de Trux... era que vengas Pita

3:15 p. m.  

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