viernes, junio 25, 2010











leche*










Dejé correr la leche en su boca.
Me recordó a una cantante de arias
y su gesto parecido a la desesperación.




















La piel se le puso transparente.
El descenso de una serpiente blanca
le andaba por adentro del cuerpo.





















Al notar mi cara de espanto,
me preguntó si seguía siendo ella,
o qué diablos estaba sucediendo.





















No tengo en mente mi respuesta,
tampoco sé cuántos años pasaron,
desde su última palabra,
hasta que me quedé en blanco.





















Quería hacerle el amor a su fantasma.
Hablé con el aire y el vacío.
Fueron siglos de espera por la palabra
que sólo ella podía darme,
pero carecía de habla,
o le era difícil articular algo,
por tener la boca llena de leche.





















Le pregunté si era dulce
y abrió los ojos con desmesura,
tragándose toda la luz
esparcida en el área.








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(*) Alan Mills. Guatemala.










jueves, junio 17, 2010











Pieza # 66. Prueba irrefutable de la existencia de Calibán. Canción de amor recuperada en Mallorca, España] *

a Diana








Nunca antes habíamos visto a dos monstruos llorando largamente. Antaño la fatalidad, tenía un leve sabor a resistencia. Abrazados, la dimensión de sus deformidades completas era, sumada a la población del Asia, la propulsión de la cabeza de Galileo, inyectada al infinito, perdiendo el siglo. El amor fue una piedrita en provenzal detrás de un ramo de buques rielando la noche. Madame Monstruo y Monsieur Monstruo cubrían los mayas lagartos de sus pensamientos, con la decrepitud de un sueño repleto de sueño negro. Un agujero de ámbar volteado por las moscas (forrado por el feto de sus pechos crueles). Nunca antes habíamos visto a dos monstruos llorando largamente, como si suspendieras un rojo canarito contra la verde velocidad de una película fiera de excrementos. Empiernados, un corto Moctezuma medía a Hernán Cortés en sus rodillas (sobaba plumas); y el mapa de este mundo, abriéndose por las cuencas de sus piernas grotescas, goteaba como un iceberg en pleno amanecer de desembarcos. “La realidad era tan agobiadoramente absurda, tan agobiadoramente mal elaborada -se decían-, que solamente los mediocres y los mentirosos podrán vivir en ella”. Antaño la felicidad, detrás de lo mordido por los horizontes, tenía un leve sabor a la mentira. A una patria de costras. A este lagrimeo sin sentido que sólo eructará por sus memorias como un tatuaje de paso.




















TÚ DICES QUE LA REALIDAD ES AGOBIADORAMENTE ABSURDA
YO DIGO QUE LA REALIDAD ES AGOBIADORAMENTE ABSURDA




.














(AUNQUE PREFIERAS EL SILENCIO
A LAS PALABRAS)
NUESTRA MEMORIA COMO UN TATUAJE DE PASO
SABE QUE ESTAS PALABRAS JAMÁS SERÁN EL REFLEJO DE LO QUE SIENTO







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(*) De Ernesto Carrión. Ecuador.








domingo, junio 13, 2010











realismo pánico*










"las águilas se devoran a las serpientes
en vitrales
los cuerpos celestes se descomponen
como leche con gusanos
en la nevera
los egos se deshojan
se descomponen
como vapor de agua
en el aire que respiran las estrellas..."





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(*) Fragmento






martes, junio 08, 2010












poema encontrado*











Nada se ha perdido en el mundo
todo sigue ahí pero en otra parte;
hace miles de años todo es lo mismo




















son detalles insignificantes
los que cambian.





















Es de noche y duerme el mar.





















Las escasas partículas de luz
se acumulan sobre los muebles
al igual que los ruidos que entraron por la ventana.





















Los poemas que escribo mientras duermes
no te despertarán
esta vez escribiré poquito
y a media voz
porque verte durmiendo
es la imagen más dulce que recuerde
estás como haciéndole una reverencia
a cada una de las constelaciones que pasan.





















Los sacrificios no sirven de nada
si no se fingen.





















Luego de terminar la biografía
me acordé de ese detalle
que cambia el sentido
de todo lo absolutamente escrito.





















El mundo cada vez me importa menos
mi mente se aleja de él
y yo la sigo a tropezones.





















Vuelvo atrás para ver lo que no pude.





















La pandilla se juntaba a medianoche
vestían de negro y usaban aros
les gustaba planear cada detalle
y salían a golpear puertas.





















Esos niños no me creían que también era niño
y que tenía alas como ellos
y que al dormir mi casa también se dormía.






















Los amigos se encontraban
los que serían enamorados se reconocían
pero los que íbamos a morir
no sufríamos porque sólo recordábamos
lo que en la próxima vida era el futuro.





















Es monstruoso todo lo que en sueños
fue blanco y negro.





















Hablaba en plural cuando sentía miedo
en voz alta y sin mirar ningún espejo
me sobaba los dedos e intentaba pensar
en algo insólito y absurdo como el sexo.





















Cuando este día termine
seré definitivamente otra persona.





















Estoy escribiendo por escribir
junto a mí hay un montón de libros
los hojeo buscando alguna imagen
algún verso que me anime a seguir con el lápiz en la mano.





















Tengo sueño,
se me caen los párpados.






















Estoy llorando en mil pedazos.







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(*) De Héctor Hernándes Montecinos. Santiago, 24 de diciembre de 2009.