Señor,
ha tiempo asumí mi orden, mi responsabilidad.
Ha tiempo adoré mi cuerpo como a un ídolo.
Ha tiempo tu pueblo y yo fuimos uno,
todos los estados de la materia y todos los elementos.
Muté mi cuerpo,
alteré mi estado de conciencia,
entendí el mito que gira alrededor del conocimiento de los mitos,
de los mitos que giran alrededor de la parábola universal…
hasta ser lo que soy,
una célula que sintetiza la memoria de tu nación.
Observé puntos lucíferos agrupados en el interior de una caverna celeste.
Era mi ciudad.
El reflejo del cielo en la tierra.
Vi las generaciones del mundo.
Voces.
Silencio.
Luz.
Cuando descendió hacia mí la visión de la zarza
y apareció יהזה como fuego blanco y negro vertical,
en semejanza de hombre,
perdí mi personalidad.
Si negaba tus órdenes, muerto estaría, irresoluto.
Eyeh Asher Eyeh, la causa de nuestra victoria,
la verbalización y no la traducción,
haría ver a los hombres la nimiedad del ser,
el oropel de nuestros nombres…
más aún sabiendo,
oh, Señor, que el mío es egipcio y puesto por la hija del faraón…